IBA POR AHÍ Y ¡ZAS! LA ÉTICA
El domingo pasado sufrí un accidente y me fracturé la muñeca, me esperan una cirugía y meses de rehabilitación. Ahora mismo, “escribo” gracias a un aplicativo del celular que transforma la voz humana en texto. Y escribo esto no por mi muñeca rota, sino, por las asombrosas posibilidades que nos brinda la tecnología para ir más allá de nuestras limitaciones.
La tecnología puede servir para salvar vidas y para mejorar su calidad, puede devolver un miembro amputado, una función pérdida o una vacuna ansiada. Puede mejorar y profundizar nuestra comunicación, acortar tiempo y distancia, en fin, puede, y de hecho lo hace, construir la realidad del ser humano. Pero la tecnología también es usada para la guerra, para destruir, para matar, depredar y para dominar. Conforme avanzó el desarrollo tecnológico los individuos nos hemos hecho cada vez más dependientes de una serie de adminículos y adiciones tecnológicas sin las cuales no podríamos desarrollarnos o vivir. Internet, el celular y todas las aplicaciones son un ejemplo claro de esta nueva condición.
El veloz desarrollo tecno-científico ha traído también ciertas disyuntivas de carácter ético. Es decir, se abrieron una serie de puertas que antes eran inimaginables; en el campo de la genética la clonación humana sigue siendo polémica, aún causan cierto temor los insospechados límites de la inteligencia artificial, nos enfrascamos en debates sobre el uso comercial o solidario de los medicamentos y las armas de destrucción masiva –aún con los controles legales y el escrutinio internacional- siguen generando polémicas a pesar de convivir más de medio siglo con ellas.
Y es que el uso y dirección que le damos a los productos de la tecnología tienen que ver más con la filosofía que con la ciencia, más específicamente con la ética. Es la ética, que antecede a la política y le sirve de base, el ámbito en donde se plantean y se discuten este tipo de problemas. Reconociendo la importancia de la ética en el orden de una sociedad, es que ciertas disciplinas y técnicas profesionales incluyen en su enseñanza una deontología pertinente. El juramento de Hipócrates que hacen todos los médicos del mundo, por ejemplo, tiene que ver con esa dimensión ética y deontológica que orienta y enrumba el trabajo, los oficios y las profesiones. Esos compromisos éticos que asumen los profesionales generan confianza en el resto de la sociedad, todos confiamos que el médico no lucre con la salud, que el juez no venda su veredicto, que la periodista no mienta y que el fiscal acuse a quien deba acusar. La constante vulneración de esos principios rompe evidentemente la confianza y erosiona los lazos sociales.
Lo ético está antes y después de lo legal, por eso es que la administración de Justicia no se puede reducir a un enfoque mecánico de las leyes, se trata de discernir sabiendo que lo que puede ser claro en el campo ético y moral, no necesariamente tenga una correspondencia en lo legal, pues muchas veces lo legal termina consagrando la injusticia. De lo que se trata es de obtener justicia, no de evadirla con argucias legales.
Durante sus primeros años de vida el ser humano es el más vulnerable de todas las especies; sin su cultura, sin el apoyo de su sociedad y de su poderosa tecnología, el ser humano no podría existir. Pero no es la tecnología lo que humaniza a este pelado primate, es la ética. La conciencia de vivir en una comunidad y la preocupación de garantizar su continuidad, más allá incluso de su existencia como un individuo. El reconocimiento y la responsabilidad de saberse poderoso con respecto a los demás seres del planeta y cuidar de ellos como un “hermano mayor” parte de la misma familia.
Es así, que la ética aparece también poniéndole límites al poder, advirtiéndonos sobre su mal uso y diciéndonos que la tecnocracia no puede dirigir los destinos de un país, pues un pueblo o una nación son mucho más complejos que una empresa. Hoy que la política y la justicia en el Perú atraviesan su hora más oscura es importante retornar a la ética como la base para reconstruir nuestros principios. Iniciar un diálogo nacional sobre la ética (no sobre la moral, ojo, no confundir) y promover desde las escuelas, gremios, colegios profesionales y universidades un debate nacional sobre el destino del Perú en la era de la corrupción.
Poner de moda la ética, discutirlo todo, someter a debate todo aquello que siempre nos dijeron que era “normal”. Mientras viajamos en el bus, mientras caminamos, mientras hacemos la cola. Échele un poco de filosofía al café de las mañanas. Una invitación a la reflexión de ir un poquito más allá de lo que es “normal”, un poquito de cuestionamiento. Se puede empezar por la tecnología, por ejemplo, por lo que nos pasa y nos rodea.
Bueno, me llaman. Ya llego mi turno para la radiografía y se acaba la batería de mi celular. Estamos rodeados de tecnología y es increíble lo que se nos puede ocurrir mientras esperamos en la cola.
FUENTE: http://diariouno.pe/columna/iba-por-ahi-y-zas-la-etica/