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LA MUTACIÓN DE LOS CONVERSOS

“¡Cómo cambiaste de ideas Julián! Pero Pedro ¿Por qué dices eso? Es que te has paseado por todas las tiendas políticas Julián, cambiando siempre de ideas. ¡Jamás Pedro! Soy un hombre consecuente. Mi única idea ha sido siempre ser alcalde de este pueblo.”(Chiste popular español)

Por: Jorge Millones

Publicado: 2017-10-21


Todos tienen derecho a cambiar, pero los conversos no cambian, empeoran.

Empiezan rabiosos descalificando a todo el que no encaje en su molde de perfección. Señalan que fulano es tibio, que menganita no sabe o que sutano es inconsecuente. Son los guardianes de la moral, de la pureza y se sienten con la autoridad para fungir de comisarios, para señalar y denigrar. No les interesa resolver nada, solo medrar y crecer en la crisis, viven felices en la crisis porque pueden ser las eternas “cabezas de ratón” señalando que todo está mal, que no hay opción verdadera porque ninguno está siguiendo su receta.

LA ORDEN DE LOS FARISEOS

Megalómanos por excelencia, están dispuestos a “dar la vida, a ser los primeros en la línea”, porque aseguran que se cantarán canciones sobre ellos en la posteridad. Aman la “peliculina” y el “figuretismo” aunque sea de los pequeños auditorios. Pero sin audiencia no moverían un solo dedo por nada.

Eternos representantes del dolor humano les importa poco resolver el dolor humano o amenguarlo; viven “agudizando las contradicciones” para poder destacar y negociar, son los primeros en exigir sacrificios y llamar irresponsablemente a “incendiar la pradera” porque saben que después serán los “bomberos” que administrarán la llamarada por unas cuantas lentejas o un “sueldazo”. Se ofertan todo el tiempo, pero “el que se vende es el vecino”, ellos seguirán impolutos caminando sobre las aguas.

En público se venden como dignos sacerdotes de la Ley, cuasi divinos, pero en privado violan todas las normas que dicen defender, porque son humanos, demasiado humanos y no lo quieren aceptar. Se mueven siempre en los extremos, más papistas que el Papa, se saben de memoria el catecismo ideológico y los textos sagrados, pero fariseos como son, tienen un organizado clóset de vestiduras rasgadas para ostentar según sea la ocasión.

Odian y gritan rabiosamente su odio. Vomitan sobre el adversario una montaña de sobrenombres y apodos denigrantes hasta quitarle su humanidad. Cada día que pasa se ven rodeados de “traidores” y de inconsecuentes. Manejan las discrepancias de un modo “liquidacionista”: "estás conmigo o contra mí", descalificando a todos y felices de reinar en una isla solitaria.

LA MUTACIÓN

Con el paso de los años se cansan, el sistema les aprieta un poco y tienden a cobrarnos todo lo que “invirtieron” en la “lucha”: tiempo, esfuerzo, talento y capital. Sacrificios que nosotros, pobres “mortales miserables”, nunca entendimos, nunca valoramos. Y ahí empiezan a mutar.

Se van alejando, algunos poco a poco y otros un buen día desaparecen. Pasa el tiempo y no los vemos, se van haciendo borrosos entre los recuerdos, y mientras por nosotros también va pasando el tiempo, un buen día se aparecen, pero mirándonos con desprecio desde el otro lado.

No sabemos si lo planearon, si siempre fueron así o en verdad mudaron de piel y de ideas. Camaleones que mientras nos hablan van cambiando de color y conforme se acaban su bebida nos van mirando con hambre y con odio, pues somos lo que ellos dejaron de ser. Representamos su pasado viviente que estará ahí para recordarles que no cambiaron, solo mostraron su verdadero rostro. Somos la evidencia que los acusa, que les recuerda lo que fueron y lo que ahora deben destruir.

Van dejando tras de sí las huellas de las migajas con las que los engatusa el enemigo, hasta que un buen día se descubren desayunando al pie de una gran mesa, pero nunca en la mesa, convertidos en una bestia que ni Lovecraft o Kafka se hubieran imaginado en sus peores pesadillas.

Ahí nos damos cuenta que este reptil ya no es ese breve y mediocre camaleón, sino, un saurio mucho más peligroso. Un velociraptor que irá corriendo a darle tu nombre a sus nuevos amos, que escupirá fuego contra sus antiguos amigos y gritará a los cuatro vientos todos sus secretos y confidencias azuzando a multitud zombis.

Y dibujará siniestras conspiraciones en el aire en donde sus ex compañeros (esos malditos tercos de mierda que no mutaron como él) son una monstruosa amenaza que se debe destruir. Ladra y muerde furiosamente, luego voltea y mira hacia arriba con el hocico babeante buscando la aprobación de su amo. “Muy bien, así se hace. Ladra y muerde”, le dicen, “quizás algún día creeremos que en verdad cambiaste, que eres uno de nosotros”.

Pero no, los amos no son estúpidos y huelen en él esa genética de la deslealtad, esa vocación mercenaria de servirse únicamente a sí mismos y como buenos amos que son, lo usan y desechan con una patada en el culo esperando conseguir nuevos conversos que le hagan el trabajo sucio en esta guerra de buenos modales que los “narcopolíticos” y “empresaurios” insisten en llamar democracia.


Escrito por

Jorge Millones

Trovador y productor. Aficionado a la filosofía y las ciencias sociales.


Publicado en

Cascabel: Textos, imágenes y sonidos para el cambio.

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