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Campaña para liberar a fujimori

Róbame y mátame de nuevo

“Cada intento de liberar a Fujimori no solo expresa un afán de impunidad, sino, que revela que al fujimorismo el sistema democrático le importa poco”.

Jorge Millones

Publicado: 2017-05-03

Estaba dándole de comer a mi hijo de tres años cuando el flash irrumpió en la cena, Fujimori dejaba el poder y adelantaba las elecciones. Eran las nueve de la noche del sábado 16 de septiembre del 2000. No lo podía creer, el otrora todopoderoso emperador de la plutocracia asesina más nefasta que tuvo el Perú, contra todo pronóstico, se iba. Reconocía su derrota frente al pueblo peruano movilizado, y sin perder esa media sonrisita cachacienta, nos dijo que él no participaría en las nuevas elecciones.  

la falsa búsqueda de montesinos

LIBRÁNDONOS DE LA INFECCIÓN

Para ese entonces, yo vivía en el Cusco y recuerdo que abracé a mi hijo y lloré. Recordé a tanta gente que se movilizó desde el autogolpe de 1992 y que nadie les hacía caso, recordé los fujishocks que nos dejaron cada vez más pobres a muchos, muchísimos, mientras se blindaba a las grandes empresas. Recordé a los jóvenes y estudiantes de mi generación que habían postergado sus vidas y proyectos personales para luchar por la democracia y me vi en -ya no sé cuántas- movilizaciones gritando y aguantando gases lacrimógenos y palazos; recordé a mi madre asustada porque me pasara algo, recordé a mi universidad, San Marcos, que fue estigmatizada como “terruca” y soportó años de ocupación militar cuando los terrucos de verdad ya se había ido y no gracias a la intervención fujimorista. Recordé a tantas familias mutiladas que perdieron a sus parientes por crímenes de lesa humanidad cometidos por la “pacificación” (palabra macabra que nada tiene que ver con la paz). Tanto dolor causó el fujimorismo al Perú que esa “renuncia” al poder la sentimos como si un torturador abriera la puerta y le dijera a su víctima “márchate”.

Salimos espontáneamente a celebrar miles a las calles, a las plazas. La gente se abrazaba, miles de banderas, letreros con mensajes: “Sí se pudo”, “el pueblo ganó”, “juicio al Chino ladrón”. Muchos aún no podíamos creerlo, quizás era otra treta más de Fujimori. Luego vino el montaje de la falsa búsqueda de Montesinos para distraernos mientras el asesor fugaba con nuestro dinero dejando una estela asquerosa de impunidad. Poco tiempo después, fugaría al Japón el propio Fujimori y poco a poco lo hicieron los miembros de esa mafia, exministros, ex funcionarios de alto nivel y altos mandos militares. El Perú logró sacudirse una mata de parásitos que lo habían infectado por casi una década. Pero aún no éramos conscientes de la magnitud del daño que nos había causado.

La prensa desenterró una serie de crímenes y delitos que involucraban a todo el sistema político, empresarial y social. Fujimori se fue, pero la economía, el Estado y la sociedad peruana se habían fujimorizado. Se supo que casi la mayoría de periodistas de los grandes medios trabajaban para el SIN de Montesinos, muchos se fueron, otros se reciclaron. Lo mismo con los grandes empresarios que desembolsaron grandes sumas de dinero para que sus “vladivídeos” no se hicieran públicos. Y hoy sabemos -gracias a su apoyo electoral- que el fujimorismo (como cultura vil y envilecedora) también había prendido en los sectores populares, solo que en esos años se contuvieron de defender a su líder gracias a la magnitud del escándalo.

EL REBROTE FUJIMORISTA

Para Fujimori ir a Chile fue el peor de sus errores, todos sus cálculos fallaron. Lo capturaron y eso obligó a la justicia peruana a un proceso de extradición y posterior juicio, porque así lo mandan los tratados y leyes internacionales, pero muchos estaban nerviosos con la presencia de Fujimori en el Perú. Demasiados “rabos de paja” pueden generar un incendio y el caso Fujimori era un fósforo encendido. Finalmente, se le juzgó por los delitos más importantes y se dejaron muchos sin encausar.

En ese contexto es que Alberto Fujimori ordena que se haga una estrategia para su liberación por cualquier vía posible. Y la candidatura de su hija Keiko, así como la entrada en política de Kenji, obedecen a ese objetivo: liberar al jefe, al patriarca. Y así, hemos tenido a lo largo de estos años a Fujimori encerrado en una prisión dorada, a una bancada naranja cuyo objetivo era exigir altisonantemente su liberación, a sus abogados habiendo malabares leguleyos para que se vaya a su casa, a sus hijos llorando porque el papá se estaba muriendo (lleva años moribundo), a sus médicos pintando de naranja la medicina y un sequito de periodistas atentos para amplificar los pedidos de libertad del reo Fujimori.

Todo esto es expresión del rebrote fujimorista. Atrás quedaron los años de vergüenza y “sincero arrepentimiento”. Ya poco les importa el 5 de abril, La Cantuta, Barrios Altos, el Grupo Colina, los tíos prófugos de Keiko y lo que revelaron los “vladivídeos”. Hoy los medios vuelven a ser caja de resonancia del fujimorismo, hoy vuelven a copar el Congreso para utilizarlo como les dé la gana, incluso librar a Kenji de la Comisión de ética por los vínculos de su empresa con el narcotráfico. Hoy salen sus nuevos voceros envalentonados a insultar, amenazar y mostrar los dientes; Incluso muchos periodistas, analistas, empresarios y políticos antifujimoristas hoy se han vuelto fujimoristas. ¿Qué raro? ¿no? Dados los antecedentes montesinistas de captación deberíamos pensar mal.

Regresan a exigir la libertad de su jefe, ahora son más fuertes porque las fuerzas democráticas no supieron pararlos, porque algunos analistas pecando de “ingenuos” les lavaron la cara considerándolos una “fuerza política” y no una mafia. Y esta vez usan a un congresista “independiente” para no levantar sospechas y presentan un proyecto de ley que puede soltar a Fujimori, pero también a Montesinos y algunos generales de su organización mafiosa

INCITATIVAS MEDIÁTICAS para liberar a fujimori


Cuánta razón tenía Walter Benjamin: “…encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo le es dado al …convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.” 

Dejar que Fujimori no cumpla su condena es volver a matar a los muertos y condenar a sus familiares al dolor perpetuo, es volver a saquear al Perú, es darle un pésimo mensaje de impunidad a las generaciones venideras. Es como si la víctima tuviera que regresar de nuevo al oscuro cuarto de su torturador.


Fuente: http://diariouno.pe/columna/robame-y-matame-de-nuevo/


Escrito por

Jorge Millones

Trovador y productor. Aficionado a la filosofía y las ciencias sociales.


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