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Minas Conga:

el desarrollo como conflicto en el Perú

Publicado: 2017-04-07



La compañía norteamericana Newmont es la empresa minera de oro más rica del mundo y cuenta con muchas denuncias en países como Indonesia, Ghana, Turquía, Bolivia y los propios EEUU, en las cuales se le acusa de graves daños al medio ambiente, a la salud, por corrupción de funcionarios, maltrato a sus trabajadores y vinculación con crímenes por sicariato. 

Sus actividades en el Perú se remontan a la segunda mitad de los noventa, durante la dictadura fujimorista, cuando logra hacerse de la reserva del yacimiento de Yanacocha,[1] Cajamarca, en la sierra norte del Perú, generando conflictos de manera continuada. En 1998 miles de truchas murieron en los ríos próximos a la minera, en el año 2000 se produjo el derrame de cientos de kilos de mercurio en el distrito de Choropampa. Cuatro años más tarde, el agua que desde el cerro Quilish abastece a la capital, Cajamarca, fue contaminada. Gracias a la masiva protesta popular se logró aprobar una ordenanza municipal que establecía como zona intangible el acuífero del cerro. Por otro lado, la presencia de Yanacocha ha traído impactos sociales en todo el departamento, como la masiva migración (expulsión campesina) a la capital. A esto hay que sumar los cortes y restricciones de agua (muchas zonas de Cajamarca apenas tienen agua dos horas al día), la destrucción masiva de suelos agrarios y el aumento de la corrupción y apropiación de manera ilícita de tierras campesinas. A pesar de las grandes ganancias y riqueza que reporta Newmont, Cajamarca es la segunda región más pobre del Perú.

En ese contexto de rechazo generalizado a la minera en Cajamarca es que el gobierno de Ollanta Humala (2011) decide llevar a cabo el segundo proyecto más rico de esta transnacional llamado “Minas Conga” (que relevaría a la ya agotada mina Yanacocha) aprobado en el gobierno anterior por el ex presidente Alan García, y que pondría en peligro cuatro grandes lagunas altoandinas de la región, generando el conflicto socioambiental más grande y significativo del actual gobierno.

Al desarrollo lo trajo el ajuste neoliberal

Es la dictadura fujimorista desde 1992 la que impone el proyecto neoliberal en el Perú con la expansión de un nuevo ciclo de la explotación intensiva de los recursos naturales y es ésta la clave de su visión de desarrollo. Su programa de ajuste incluía una serie de privilegios a las empresas transnacionales (como los irrevisables contratos de estabilidad jurídica o “contratos-leyes” y una serie de beneficios tributarios) que llevaron al Perú a vivir una suerte de “boom minero” porque coincidían con factores como el crecimiento chino y el alza del precio internacional de los minerales. Así mismo, en esa década en el Perú no existían ni una legislación ambiental, ni estándares para medir o controlar los factores ambientales, ni una legislación que protegiera a las comunidades indígenas presentes en los territorios a explotar[2]. La intención del gobierno fue articular al Perú al mercado global como abastecedor de minerales y materias primas. El aumento de la inversión minera llevó al Perú a experimentar un crecimiento increíble, de 2,26 millones de hectáreas en 1991 a más de 15 millones de hectáreas en 1997 dedicadas básicamente a extractivismo minero, gasífero y, en menor medida, hidrocarburos en la Amazonía.

Al desarrollo no le gusta la democracia

A veinte años del autogolpe de Estado de 1992 dado por Fujimori, podemos decir que desarrollo y neoliberalismo se han homologado y que para ambos la democracia es un estorbo. El desarrollo neoliberal no sólo ha sido un cambio institucional y económico, también ha sido cultural y ha reescrito gran parte de la historia política a su medida. En el Perú, el neoliberalismo se ha convertido en una forma de sentir y sobre todo, de ver el mundo. Podemos hablar también de un “neoliberalismo desde abajo”[3] que ha continuado después de Fujimori.

Los tres gobiernos siguientes fueron elegidos gracias a ofertas electorales orientadas por izquierda o alejadas de las llamadas políticas de ajuste, pero las abandonaron una vez se instalaron en el gobierno. Se habla hoy de “transfuguismo presidencial”[4] para señalar a los jefes de Estado que abandonaron sus promesas electorales para implementar el programa de derechas de los sectores que fueron derrotados electoralmente. Durante estos tres gobiernos, el Perú vive un retroceso democrático en varios campos: ideológico (gestión del miedo al cambio de modelo por parte de los monopolios mediáticos), político (la consolidación del fujimorismo) y económico (consolidación de diversos monopolios, entre ellos, la minería).

Es durante el segundo gobierno del ex-presidente Alan García (2006-2011) que se propone la justificación “ideológica” para llevar adelante los proyectos extractivos a cualquier precio. García publica dos artículos en el diario conservador El Comercio y da una serie de declaraciones en la televisión donde se burla de la cosmovisión indígena y de su lucha por defender sus territorios y las fuentes de agua, señala como delincuentes a los líderes de las organizaciones sociales y minimiza sus demandas. Aparte de dispositivos jurídico-legales muy concretos que se dieron durante los gobiernos de Fujimori, Toledo, García y Humala para defender las inversiones mineras y petroleras, hay una evidente violencia simbólica en el uso constante del lenguaje estigmatizador y la administración del miedo por parte de los monopolios mediáticos que cierran el círculo de la criminalización, que empieza en el ámbito legal y acaba en el ámbito comunicativo.

RÉGIMEN MINERO-MILITAR

Al desarrollo no lo toque nadie

A diferencia de otras experiencias regionales, en el Perú el movimiento indígena no logró consolidarse como alternativa política, pues la izquierda hace tiempo que ya no era una alternativa popular, y esta crisis se expresó en el crecimiento de un fascismo social muy pragmático en los sectores populares expresado en el fujimorismo, en el advenimiento del “nacionalismo” humalista que desplazó a las izquierdas y en el segundo gobierno de Alan García, que es cuando se da la masacre indígena de Bagua y se consolida un tipo de violencia ligada al narcotráfico[6]. Todos estos factores coronan este retroceso democrático de la sociedad peruana.

La consolidación del proceso del desarrollo peruano (el llamado “crecimiento económico” felicitado por el FMI) se vincula al bloque regional en concordancia con los intereses norteamericanos: Colombia, Perú, Chile y México (Alianza del Pacífico), con acuerdos bilaterales que llegan incluso a la instalación de bases militares de EEUU en sus territorios. Es en este contexto de polarización geopolítica que la derecha peruana y las oligarquías entienden que era vital para ellas cooptar y luego controlar al gobierno de Humala.[7]

MOVIMIENTO CONGA NO VA

En Conga el desarrollo tiene sed[8]

En el 2012 el analista Santiago Pedraglio calificaba al gobierno de Humala como un régimen “minero-militar”: las fuerzas del orden puestas al servicio y cuidado específico de las principales empresas extractivas del Perú. Entre fines del 2011 y el primer semestre del 2012 se suceden movilizaciones, cierre de carreteras, mítines y una represión generalizada por parte de la policía y las fuerzas armadas. En noviembre de 2011 arranca un paro indefinido en contra del Proyecto Conga, a nivel regional primero y luego se sumaría todo el país. En diciembre el Premier se enteraba por televisión de la declaración de estado de emergencia (suspensión de las garantías constitucionales sobre libertad y seguridad personal, de la inviolabilidad de domicilio y la libertad de reunión y de tránsito en el territorio) en las cuatro provincias cajamarquinas que permanecían en paro. Así cae el primer gabinete del gobierno de Humala y el conflicto se extendería hasta julio del 2012 entre criminalizados, detenciones arbitrarias y asesinato por armas de fuego de cinco personas durante las movilizaciones por parte de la policía.

Después de seis meses de lucha, que incluye la “gran marcha por el agua” que moviliza a más de 20 mil personas desde Cajamarca hasta Lima y a la que se van sumando en el camino muchas más, el gobierno decide suspender el proyecto hasta que “existan las condiciones sociales” para sacarlo adelante. El “Conga no va” es el grafiti más reproducido en todas las paredes del Perú.

Conga no va: el movimiento más allá del desarrollo.

El movimiento social que se conforma en Cajamarca está compuesto de organizaciones sociales de tipo indígena-campesina quechuas que viven directamente de la agricultura y la ganadería y para quienes las fuentes de agua son especialmente vitales, incluso en términos culturales-ancestrales; lo integran también las rondas campesinas y urbanas que en su momento se enfrentaron a Sendero Luminoso y velan hoy por la seguridad ciudadana (allí donde no llegan ni Estado ni la policía) gozando de una gran legitimidad; participan autoridades locales como los alcaldes de las principales provincias afectadas por el proyecto, el mismo presidente regional, colectivos, activistas y ONGs ambientalistas, organizaciones culturales y artistas, sindicatos, partidos políticos de izquierda, colectivos juveniles, estudiantes universitarios y docentes, maestros de escuela y población en general.

De ese magma social y cultural en movimiento se constituyen los “guardianes de las lagunas”, una iniciativa de vigilancia ciudadana del movimiento social que se traslada a las orillas de las lagunas de Conga a pasar los días y a pernoctar, con relevos y una gran auto organización para la logística evitando que la empresa minera logre instalar la maquinaria. La agenda ambiental e indígena juntas nunca estuvieron tan presentes en la escena peruana como en la lucha por las lagunas de Conga.

Lo que nos deja Conga

Durante la “gran marcha por el agua” una banderola enorme parte desde Cajamarca junto con la multitud: la “Banderola ecológica” verde viaja llevada por artistas y dirigentes cajamarquinos, y a cada región que llega, los movimientos locales le cosen nuevos pedazos a modo de solidaridad y unidad haciéndose cada vez más grande. Al llegar a Lima la banderola ecológica es realmente gigantesca. Es quizás la mejor metáfora de la solidaridad de las luchas y de lo que caracteriza a los nuevos movimientos sociales en el Perú, movimientos que antes eran bastante conservadores y encerrados en la visión tradicional de la izquierda de los setenta y del clasismo. Todo ello fue desbordado, y ya no tienen el rol protagónico ni de vanguardia que aún pretenden. Hasta antes de esa “declaración de guerra a las comunidades”, que fue el “Conga va” dicho por Humala en su discurso del 2012,[9] persistía en los sectores de centro izquierda y nacionalistas alguna esperanza de “disputar por dentro”.

El desarrollo no desarrolla

La herencia fujimorista mantuvo y profundizó un patrón, un estilo de gobierno, una forma de hacer política y de relacionarse con la sociedad. A través de un populismo de derechas se acentuaron ciertos rasgos fascistas de la sociedad peruana asustada aún por el pasado del terrorismo senderista, lo que llevó a consolidar al fujimorismo como la única fuerza política con más de 30% de apoyo duro. Pero también era evidente que emergían nuevos actores, como el movimiento indígena y organizaciones como CONACAMI (Confederación Nacional de Comunidades del Perú Afectadas por la Minería) en la región andina y AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana) en la selva peruana, ambas con una fuerte presencia regional y pasando a ocupar el protagonismo que antes tuvieron las izquierdas. Acompañadas por colectivos de activistas e intelectuales críticos al horizonte eurocéntrico del desarrollo, construyen un discurso político más bien cercano al movimiento indígena boliviano y ecuatoriano, y logran articular un mapeo de conflictos socio ambientales.

Empieza a hablarse de post desarrollo y post extractivismo en los círculos de investigadores-militantes cercanos al joven movimiento indígena peruano, pero no fue asumido por quienes condujeron el proceso del movimiento y al cabo de diez años terminó implosionando producto de sus propias contradicciones. Sin embargo, el aporte discursivo quedó, también las historias de lucha de dicho movimiento y quedó el cuestionamiento de ese horizonte desarrollista y redistributivo que “sólo beneficia a los de arriba”.[10]

En el Perú, el neoliberalismo al no poder romper por la fuerza la lógica comunal ni la propiedad colectiva de la tierra, está proponiendo socavar los lazos colectivos de raigambre ancestral a través de la titulación individual, empezando a corromper a dirigentes comunales o presionando a través de la pobreza y postergación de la gente que es obligada a vender sus tierras y abandonar los territorios generando desplazamiento poblacional y un gran impacto cultural. Las propuestas más “sofisticadas” las ha dado el economista Hernando De Soto, quien pretende que el Estado les de derecho de propiedad individual a los indígenas y además los declare poseedores de los recursos del subsuelo para que puedan negociar directamente con las empresas y el propio Estado.

¿Qué quiso destruir el desarrollo en Cajamarca?

En la región andino-amazónica del Perú, así como en toda la América Andina, existe una ancestral cultura de “crianza” del agua[12], no sólo de su cuidado en tanto “recurso natural” y vital, sino que es considerada un ser vivo más: “una más de la familia y la comunidad” y una parte fundamental del entramado de seres que le da sentido y vida a nuestro mundo.

En este mundo o pacha [13] todo está relacionado y todo es en la medida de que está relacionado, nada existe en sí mismo. El criterio de “crianza” lo explica bien Grimaldo Rengifo: “La crianza es el vínculo, el lazo que eslabona y anuda a cada uno de los seres que pueblan el tejido comunitario. Criar en quechua es uyway, y uywa lo criado. Criar es cuidar, cultivar, amparar, proteger, anidar, ayudar, asistir, alimentar, dar de mamar, sustentar, mantener, encariñarse, dar afecto, conversar, cantar, arrullar. Criar en el sentido de la palabra uywa no es una acción que va de un sujeto activo a otro pasivo, ni es vivenciado como una relación jerárquica. Se trata de una conversación afectiva y recíproca entre equivalentes.”[14]. La concepción inanimada que se tiene del agua en la modernidad occidental colisiona con la concepción andino-amazónica del “agua viva”, de la “yacumama” (madre agua). Pues si el agua es un ser vivo como lo son la comunidad de humanos y la comunidad de animales, entonces, de ninguna manera es posible ni éticamente deseable controlarla ni “gestionarla”.[15]

Lo dice con claridad el dirigente indígena otavaleño Luis Enrique “Katsa” Cachiguango: “Yakumama” y “Crianza del agua”, dos términos que hablan una misma lógica, la lógica de que el agua es un ser vivo (persona), autónomo y un bien natural capaz de reproducirse por sí misma, un ser que necesita y busca “conversar” con nosotros los humanos, un ser que “cría” la vida en todas sus particularidades y que al mismo tiempo, según los andinos, puede dejarse criar por los humanos; y que hoy, gracias al sistema académico-político, es incomprendido, es maltratado, es usado como recurso de poder, es usado como recurso de control social (ley de aguas), etc.”[16]

Existe una dimensión estética y lúdica relacionada con el agua presente en fiestas, diseños y rituales. La presencia del agua en las comunidades andinas y amazónicas poco nada tiene que ver con el llamado “recurso hídrico” que tiene la concepción del desarrollo. El desarrollo se revela así como una ideología que ha justificado la segunda conquista de los andes y el desplazamiento de pueblos enteros con un terrible impacto en tanto práctica invasiva, colonial y destructora. Marco Arana, uno de los protagonistas del conflicto de Conga, llama a superar el horizonte tecnicista y mercantilista del agua en pos de “considerar opciones éticas que valoren la naturaleza y el derecho de todos los seres vivos a existir”[18].

El poderoso espíritu de esta concepción andina del agua es el que se ha expresado en la lucha contra la minera Newmont y el Estado, y ha logrado desplazar los filtros ideológicos de lo político en cuyas “rejillas” solía quedarse atorada la cosmovisión andina, sólo admitida en estancos separados como folklore, identidad y lengua absolutamente despolitizadas y descontextualizadas. En una lucha tan radical para todos como la de las lagunas de Conga ha quedado claro que existe una potencia que se ha mostrado sin intermediarios, que ha construido su lenguaje, que ha reactivado sus vínculos con todo el país y ha hecho valer la legitimidad e importancia de su mundo.

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[1] El reportaje de investigación “La maldición del oro Inca” (de Lowell Bergman) muestra los negociados entre el ex asesor y cómplice de Fujimori, Vladimiro Montesinos, y el ejecutivo de la minera Newmont, Lawrence Kurlander. https://www.youtube.com/watch?v=5OdJ9eRv_LY

[2] El Convenio 169 de la OIT que reconoce los derechos de los pueblos indígenas sería implementado (y a la vez des implementado) recién con el gobierno de Humala. Hasta hoy no hay una política de ordenamiento territorial con la cual se pueda organizar la pertinencia de cualquier actividad económica en los territorios y la ley de Consulta Previa aunque fue promulgada por este gobierno por unanimidad parlamentaria, en la práctica, ha sido desactivada en la reglamentación de la ley.

[3] El neoliberalismo va más allá del marco institucional-económico: Ver GAGO, Verónica. “La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular”. Tinta Limón Ediciones, Buenos Aires, 2013.

[4] Lo dice la parlamentaria Verónika Mendoza y hoy candidata presidencial por un frente de izquierda: http://diariocorreo.pe/politica/veronika-mendoza-todos-son-de-la-izquierda-para-procesos-electorales-y-luego-viene-el-transfuguismo-597111/

[6] La des-democratización de la sociedad peruana, el aumento de la corrupción generalizada y la inseguridad ciudadana son producto de la intensificación del modelo neoliberal peruano: https://millonesjorge.lamula.pe/2015/07/25/la-sociedad-inerme/jorgemillones/

[7] También seguían con atención el proceso electoral peruano las oligarquías de Colombia y de Chile. Ya sea por interés geopolítico (Colombia no quería verse rodeado por Venezuela, Ecuador y posiblemente el Perú con Humala) o por las grandes inversiones que tiene en el Perú e en intereses energéticos, en el caso de Chile.

[8] Para un análisis detallado del conflicto véase DE ECHAVE, José y DIEZ, Alejandro “Más allá de Conga”, CooperAcción, Lima, 2013.

[9] El discurso del presidente Humala sobre Conga: https://www.youtube.com/watch?v=Mm6V3hlj7ok

[10] Ya en 1998 el filósofo Zenón Depáz publica una de las primeras críticas al desarrollo como ideología en el Perú. Señalaba que fueron los intelectuales de izquierda los que acríticamente aceptaron la noción de desarrollo y nos instalaron automáticamente en el “subdesarrollo”. Depáz, Zenón “La ideología del desarrollo” en Logos Latinoamericano, Año 3, N° 3, Lima, 1998 (pp. 213-224).

[12] Ver “Prácticas ancestrales de crianza del Agua”. KASHYAPA, A. S. Yapa PNUD, Riobamba, 2013

[13] A diferencia de la propuesta dual-complementaria que propuso el estructuralismo en la lingüística o la antropología para comprender el universo andino, Zenón Depáz propone una filosofía del vínculo (Chawpi) basada en una “ontología relacional”. Así, Pacha (algo así como “un mundo” en quechua y que no sólo puede reducirse a “tierra” o La Tierra) no es la suma de objetos ensimismados sino un entramado de vínculos. DEPÁZ, Zenón, “La cosmovisión andina en el manuscrito de Huarochirí”, Ediciones Vicio Perpetuo.Vicio Perfecto, Lima, 2015.

[14] RENGIFO, Grimaldo. “La enseñanza es estar contento”, PRATEC, Lima, 2003

[15] RENGIFO, Grimaldo. “Crisis climática y saber comunero”, PRATEC, Lima, 2010

[16] “Prácticas ancestrales de crianza del Agua”. KASHYAPA, A. S. Yapa PNUD, Riobamba, 2013

[18] DE ECHAVE, José, HOETMER, Rapahel, PALACIOS, Mario. “Minería Territorio en el Perú”, Programa Democracia Transformación Global, Lima, 2009. (pp. 238).


Escrito por

Jorge Millones

Trovador y productor. Aficionado a la filosofía y las ciencias sociales.


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Cascabel: Textos, imágenes y sonidos para el cambio.

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