TE RECUERDO VÍCTOR
Este 27 de junio el Tribunal Federal de Orlando halló culpable al ex teniente del Ejército chileno Pedro Barrientos de torturar y asesinar extrajudicialmente al trovador chileno Víctor Jara en el juicio entablado por la familia desde 2013 ante la justicia norteamericana. La sentencia del juez Roy Dalton incluye un pago de varios millones de dólares por reparación esperando que la extradición se agilice para que Barrientos cumpla su condena en una cárcel chilena, cerrando la dolorosa herida que significó el asesinato de Jara en 1973.
Las últimas entrevistas de Jara para televisión y radio fueron hechas en el Perú en julio de 1973 por el gran Nicomedes Santa Cruz y Ernesto García Calderón. Esos extraordinarios registros están en YouTube y dejan ver el pensamiento y el talento de Víctor Jara, su compromiso con la clase trabajadora y su gran cariño al Perú. Dos meses después de su visita a nuestro país sería cruelmente asesinado por la dictadura pinochetista enlutando para siempre a las guitarras del continente.
Cinco días después del golpe, el cadáver fue encontrado por una vecina cerca del Cementerio Metropolitano de Santiago y llevado al Servicio Médico Legal. Héctor Herrera, joven funcionario del Registro Civil, quien recibía multitud de cadáveres sin identidad para tomar huellas digitales, certificó que aquel cadáver que le llevaron a la morgue era el de Víctor Jara y evitó así que acabara en una fosa común. Además, decidió ir a casa del propio Víctor a darle la infame noticia a su viuda, la coreógrafa inglesa Joan Turner, quien lo esperaba junto a sus dos pequeñas hijas. Héctor, Joan y un amigo más sacaron el cuerpo del cantautor a escondidas de la morgue, dándole sepultura en el cementerio en una arriesgada operación que bien les pudo costar la vida.
En los días que siguieron al golpe, los militares recorrieron Santiago con una “caravana de la muerte” entregando listas de prisioneros para su inmediata desaparición, uno de los nombres en esas listas era el de Víctor Jara. Al más puro estilo de las hordas nazis la fuerza armada chilena arremetió brutalmente contra su propio pueblo implementando una política de exterminio. El Estadio Chile fue convertido en un siniestro campo de concentración con más de cinco mil prisioneros, se torturó y se asesinó sistemáticamente.
En este juicio ha sido importantísimo el testimonio de un soldado que en esa época contaba con 18 años y que decidió declarar. Es el soldado José Paredes (encausado también como coautor del crimen) quien vio ingresar a Jara al estadio el 12 de septiembre. También señaló a Barrientos como el jefe del cruel “interrogatorio” y directo asesino del trovador.
También participaron directa e indirectamente en la tortura y ejecución de Jara los oficiales Jorge Smith, Germán Montero, Raúl Jofré, Nelson Haase, Luis Ernesto Bethke y Edwin Dimter alias “El Príncipe”, por años el principal sospechoso. Tenían la lista, sabían a quiénes se debía separar de la multitud de detenidos para ser ejecutados. Sin embargo, declararon que “nunca estuvieron presentes en el Estadio Chile y que no sabían quién era Víctor Jara”. Pero el testimonio de Paredes y de otros militares coinciden, ellos realizaban pequeños “juicios sumarios” con tortura y ejecución incluidas en los camerinos subterráneos del Estadio Chile hoy rebautizado Estadio Víctor Jara.
Gran parte de los detenidos en el estadio eran de la Universidad Técnica del Estado donde Víctor Jara era docente. El operativo contra la UTE fue dirigido por el siniestro capitán de la DINA (la Gestapo pinochetista) Marcelo Moren Brito que paradójicamente moriría en prisión el 11 de septiembre 2015 cumpliendo una condena que sumaba 300 años por todos sus horrendos crímenes.
Según Nelson Caucoto, abogado de la familia, cuando Jara ingresó al estadio fue tratado como un “trofeo de guerra” por los oficiales fascistas y pasó casi todo el tiempo en los camerinos habilitados para tortura y ejecución. Estuvo brevemente en los pasillos cerca de la cancha logrando ser visto por varios testigos y conversar con algunos prisioneros como Víctor Canto, a quien le confesó: “yo sé que no voy salir de aquí”. Escribe un dramático verso llamado “Somos cinco mil” que alguien filtró para la posteridad. Después, muchos verían con horror cómo se lo llevaron hacia los camerinos con puntapiés y culatazos para no volver jamás.
La orden vino del Concejo de Guerra que comandaba el golpe: identificar, separar y ejecutar a Víctor Jara, Litre Quiroga y al médico de Allende Danilo Bartulín que logró salvarse. Cuentan varios sobrevivientes de los camerinos que Víctor estaba severamente golpeado, con el rostro desfigurado y lleno de sangre, con las manos destruidas, a veces sentado en el suelo o en una camilla militar esperando su turno para, de nuevo, ser “interrogado” por Barrientos y compañía.
El 16 de septiembre de 1973 Barrientos le disparó dos balazos en la nuca. El cuerpo cayó al piso convulsionando y le ordenó al soldado Paredes y a otro militar, rematar al músico con 40 disparos de fusil.
Durante años la impunidad y el silencio de Paredes le regalaron a Barrientos ciudadanía norteamericana y buenos negocios. Ironías de la vida, un juez de apellido Dalton, como el poeta y revolucionario salvadoreño, es quien hace justicia a Víctor Jara en una corte de los Estados Unidos, país que patrocinó el golpe de Pinochet, país que en el 2001 también tuvo un doloroso 11 de septiembre. Finalmente, el remordimiento de ese humilde soldado, escolta del asesino, fue quien lo entregó.
Se ha hecho justicia. Ahora descansa en paz el buen hijo de Manuel y Amanda, el esposo de Joan, el cantor más grande que ha dado Chile.